martes, septiembre 26, 2006

Investigación Paranormal ¿Realidad o Ficción?

Las casas o sitios frecuentados por fantasmas no son únicamente producto de la industria cinematográfica o artífices de la más efímera moda, al parecer ya desde la más remota antigüedad se han venido registrado construcciones "malditas o encantadas" y así lo relatan mitologías como la Babilónica, Griega, Romana, entre otras, sólo que estas culturas creían que los autores de estas "fechorías" eran una serie de "genios" a los que se les reconocía con distintos nombres como trasgos, dimmus, lamias, kobbold, etc. Aunque no se sabe con precisión cuando se produjo el primer caso de casa encantada, si se tienen noticias de algunos sucesos ocurridos en la antigua Grecia. A pesar de que muchas historias han llegado a nuestros días, pudieron ser tomadas como meras supersticiones, la mayoría por personajes recordados por su erudición.

Lo acontecido en casa del filosofo Atenodoro en Roma, comentado por Pilino el Joven en una de sus obras. En casa del pensador comenzaron a acontecer una serie de hechos inusuales que iban desde sonidos de cadenas chocando y deslizándose por el suelo, hasta apariciones de una figura humana. Cuando este episodio tuvo lugar, se pudo reconocer como el fantasma de una víctima asesinada varios años antes en esa vivienda. El ser de ultratumba supuestamente dio al filósofo instrucciones precisas para que se encontraran sus restos óseos.

En el año 335, en una residencia ubicada en la población alemana de Bigen-Am-Rhein ocurrió una litotelergia, es decir, piedras que sin explicación se materializan y caen desde partes altas del interior de determinados recintos.
Años después, siguieron registrándose los más variados casos de actividad paranormal, sobre todo a lo largo de los siglos XVIII y XIX, época de oro del estudio de estas casuísticas. Durante este periodo se formaron los pioneros en la investigación psíquica y de fenómenos paranormales, que en la actualidad son recordados por las diversas hipótesis que sirven como referencia a los estudiosos de estos rubros.

En el siglo XVIII, se puede resaltar el conocido fenómeno ocurrido en la rectoría inglesa de Epwort, Lincoln. Estudiado por el químico y teólogo británico Joseph Priestley (descubridor del oxigeno). En el sitio de investigación se caían cristales emplomados de los ventanales, se escuchaban voces desgarradoras mientras que los muebles y objetos se movían solos.

A principios del siglo XX se puede destacar el caso de la abadía inglesa de Borley, investigado por el prestigiado y controvertido "Cazador de Fantasmas" Harry Price y su equipo de ayudantes. Los objetos volaban libremente y aparecía el espectro de una monja, así como un etéreo coche de caballos. Se descubrieron además pasadizos secretos y restos humanos, antes de ser encontrada la causa de los fenómenos en 1939, la abadía Borley ardió con sus enigmas ocultos para el resto de los tiempos.

Posteriormente, gracias al doctor Joseph B. Rhine, los sistemas de experimentación a partir de 1953 se implementaron los métodos de investigación científica cuantitativa, lo que hasta hoy en día dio un giro a la forma de ver el fenómeno dentro de una metodología científica. Aun así, y a pesar de los casos que se dan anualmente a lo largo y ancho del orbe, la casuística de las casas encantadas, impregnadas, poltergeist, etc. siguen causando escepticismo en algunos sectores como el científico. Y es que resulta un tanto complicado desde el punto de vista racional, aceptar que estamos acompañados por espíritus o entidades desconocidas, que para colmo parecen dominar planos interdimensionales, y por encima, en muchos casos, muestran una aparente voluntad propia para influir en los humanos. Por eso, para la comunidad científica se ha hecho mas fácil, ya que no podía negar las evidencias, el tomar como válido los diversos fenómenos de índole paranormal siempre y cuando se determine a priori que el causante es un ser humano vivo y que los hechos se produzcan a través de la capacidad energética que contiene el cerebro y la mente del hombre. Son cerebro y mente los rasgos primordiales que marcan la diferencia entre cualquier ser vivo en función al hombre, son rasgos que poco a poco van abandonando su faceta de gran inexplorado y desconocido, y por consiguiente dan como resultados humanos los hechos que hasta hace relativamente poco se tenían como enigmáticos y misteriosos.

Hemos podido observar que la gran mayoría de investigadores de fenómenos paranormales (o peyorativamente llamados cazadores de fantasmas) han optado por el camino solitario; unos "científicos" (a veces cientifistas) alejándose de los especialistas en lo oculto (magia, esoterismo, simbolismo, etc.); otros "parapsicólogos de salón", huyendo de colaboraciones de médicos, físicos, historiadores, psicólogos, ingenieros, etc. Todos, unos y otros pretenden aislar "su" investigación, haciendo tabla rasa de las posibles aportaciones que sus "enemigos" puedan ofrecer.

Lo cierto es que sin los científicos, los parapsicólogos poco pueden hacer al faltarles el apoyo de, precisamente lo que rehuyen, la ayuda que proporcionan la tecnología y el "satanizado" método científico. Mientras tanto, los hombres de ciencia deben sucumbir ante la realidad de que sin especialistas en los fenómenos paranormales, sin personas que creen en ellos, sin dotados psíquicos que produzcan ciertos fenómenos, no es posible estudiar (o tratar de estudiar y comprobar) nada de nada.

La ciencia ha acusado en muchas ocasiones a la parapsicología de no permitir su estudio en laboratorio, acusación que era seguida automáticamente sin derecho a réplica ni defensa, del calificativo de "fraude", de mentira, de "no apto para el estudio científico". La ciencia ha olvidado (a propósito o no) que no trata con máquinas, ni siquiera con chimpancés, que se está hablando (y en el laboratorio se hace más que hablar) de seres humanos, que en ocasiones son víctimas de los más variados sucesos paranormales que se han venido registrando desde que el hombre tiene conciencia de estar vivo, o bien, de personas con cualidades especiales, con una sensibilidad que en ocasiones raya lo extremo.

Olvidan los científicos que al referirse a personas, deberían como mínimo, ser tratados como lo hacen los médicos con los pacientes en lo hospitales o los psicólogos en sus consultas, con respeto y dedicación, sin juzgar, observando lo que acontece desde el prisma de la objetividad; lo subjetivo, ya lo ponen los propios interesados. Los dotados, epicentros o las victimas de este tipo de fenómenos no tienen nada que probar, no tienen que sufrir en el convertirse en "un conejillo de indias" o a someterse a uno o muchos juicios en el laboratorio; deben, investigador, dotado o víctima de algún suceso sobrenatural, colaborar en una especie de sinergia para acercar el saber humano a los misterios que nos trae lo paranormal.

Sólo desde este planteamiento que se expone es posible abordar con gran posibilidad de éxito la investigación Parapsicológica. Si no somos capaces de admitir nuestras propias limitaciones, poco podremos avanzar…

Carlos E. Pacheco S.
Presidente y Director General del Grupo ZETTA

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